se quedó en ti...incrédulo.
El océano de mi amargura sollozante,
con sus olas que van y vienen,
y revientan en mis pupilas.
De ti, ya no queda nada de ti en mi,
el viento se llevó tu última sonrisa,
me dejó un desierto de muecas grises,
instaladas, concretadas ahí,
en una estancia eterna de mi alma.
En mi, ya no queda nada de mi,
tras el torrente embravecido
de unas cuantas lágrimas amargas.
Todo tu te fuiste, con mi piel, con mis dedos,
con mis necios pensamientos...
y marchito todo se quedó...
como gardenias muertas en invierno.
De mi cuerpo, ¿qué fue de mi cuerpo?,
si al final, no estaba muerto,
y en sus muslos desgarrados,
aún se sigue sintiendo el miedo eterno.
aunque al final lo hiciste...
con mi tenacidad por no amar,
con mi estructura perfectamente racional.
se queda en mi...incrédulo.
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