De verdad que no lo sé, no sé cuantas veces has estado frente a mi y con la mirada atenta y contemplándome has puesto
toda tu inteligencia para tratar de comprenderme, se que algunas veces he fallado, algunas veces te he dejado afuera de mi
casa todo el día esperándome, nunca te ha importado correr de la puerta de la cocina a la puerta principal mil veces y de
regreso, solamente con la esperanza de poder saludarme, pasaste días y noches interminables a mi lado viendo como yo trabajaba,
y sin embargo, no te quejaste nunca del frío y la dureza del suelo que era lo único que podía yo ofrecerte.
Aunque hemos pasado tiempos difíciles y el hambre ha apretado, nunca importa lo que te de yo de comer, siempre es
un manjar para ti, porque viene de mis manos.
Cuando eras pequeña te conformaste con los dos juguetes que te regale, nunca pediste más, tu mayor tesoro era mi mano
que te acariciaba mientras dormías. Hubo días en los que mi carácter y mal genio
me traicionaron, alguna vez descargue mi coraje contra ti por haber sacado la tierra del jardín y roto las flores en las macetas,
que tonta eres, pensé, y el tonto era yo que no alcanzaba a comprender que lo que querías era jugar, como cuando yo hacia
lo mismo que tu, cuando era niño.
Muchas veces me defendiste de los que me atacaron, sacaste todo el coraje, luchaste con uñas y dientes por verme a salvo, y dos segundos más tarde estabas tan contenta,
como si nunca nada hubiera pasado.
Un día arranqué de tu lado a tus hijos para venderlos como si fueran cosas, y tu dolor por la perdida nunca lo reflejaste,
te lo comiste y nunca quisiste dar muestra de tristeza, al menos delante de mi, pues para ti es más importante que yo te vea
siempre feliz y con una sonrisa, pero sé que has llorado, sola, en la esquina de mi patio.
Perdóname todas las veces que te ignoré al llegar a la casa lleno de problemas
y en busca de alguien que me ayudara, ahí estabas tu, siempre tratando de dar lo mejor de ti y yo te hice a un lado, te deje
con un palmo de narices al cerrar la puerta a mis espaldas y en tu cara, con tus ojos almendra, ávidos de cariño de mi parte.
No importa lo que hagas durante el día, siempre en la noche estás pendiente por velar mi sueño y por proteger mi casa.
Algunas veces te veo dormir y sé que estas soñando, veo tu cuerpo temblar y estremecerse por las sensaciones que te embargan,
sé que en tus sueños eres vencedora y que conquistas todos los reinos de la tierra, pero también sé que en todos tus sueños
me encuentro yo, sé que siempre que sueñas, vas corriendo por los campos de la
felicidad y a tu lado siempre te acompaño, yo, tu amo.
Hoy que estamos aquí sentados los dos en medio de este campo lleno de flores mirando el cielo azul, quiero decirte que
al final de los tiempos todo lo que ves, será tuyo, porque no existe ningún ser
igual a ti en este mundo, ninguno con tu nobleza, ninguno con tanto valor, con
tantas ganas de servir y de agradar, ninguno con mayor interés que querer, sin importarle no ser correspondido.
Tu vida no es tan larga como yo quisiera, lo supe desde el día que te vi nacer
y aun así decidí quedarme contigo, los días pasan y sé que no muy lejano esta el día en que te vas a tener que ir, pero así
como tu me llevas siempre en tu corazón, siempre estarás en el mío y ocupando un lugar de honor en mi recuerdo, cada vez que
vea salir el sol, cada vez que vea una estrella en el cielo brillar, recordare tus ojos almendrados que se iluminaban al verme llegar, sabré que desde esa estrella me
estarás cuidando, en el paraíso que Dios te tiene preparado, en verdad te digo que desde ahora ya te lo has ganado.
Joaquín Alemán Calzada.
Para tí Lulú, inseparable amiga.